Votad, votad, malditos

TVE bombardea estos días al personal con la elección de la mejor canción española de los últimos cincuenta años. El ente nos invita a votar, pero pagando, claro, mediante el archiconocido sistema del envío de un mensaje corto a través del móvil o bien realizando una llamada a un número de tarifa especial desde el teléfono fijo. O sea, que te piden tu opinión, pero para darla tienes que soltar la guita. Eso sí, sortean seis mil euros. ¡Qué generosidad!

Al programa lo han llamado “Nuestra mejor canción”.  Detrás del invento anda Globomedia,  la productora de Emilio Aragón, que debe tener un imán capaz de atraer todo tipo de negocios rentables. El productor ejecutivo del gigantesco publirreportaje es un periodista que está comenzando a despuntar: Jesús Hermida. ¿Les suena?

        ¿Pero uno puede elegir la canción que le dé la gana? No, un grupo de expertos ha realizado una selección previa. O sea, que vas a elegir la mejor canción de una lista cerrada elaborada por otras personas. Sí señor, el rigor al poder. ¿Y creen ustedes que esos expertos se habrán sumergido en las tierras del jazz? ¿Consideran factible que alguna composición clásica haya figurado entre las elegidas por los especialistas? ¿Votaría la audiencia por canciones semidesconocidas? ¿Sería rentable el negocio si la lista de éxitos incluyera excepcionales muestras de cante jondo? No, la realidad es que esta ñoñería simplista es un pretexto para hacer caja, una máquina tragaperras gigantesca diseñada para y por la recaudación.

       Y luego está el politiqueo de turno, o sea, lo de siempre. Sabina, Víctor Manuel, Ana Belén, Serrat  y Miguel Ríos figuran entre los diez primeros. ¿Creen que con el PP haciendo cima en el Pirulí hubieran aparecido estos nombres entre los elegidos? ¿No hubieran ocupado su lugar Julito Iglesias, Raphael o Los del Río? ¿Acaso no habría aparecido en el ranking la musiquilla de campaña del Partido Popular?

Lo raro, lo realmente excepcional  es que se haya quedado fuera de los diez primeros Ramoncín, rey del pollo frito, maestro de ceremonias de la televisión socialista, brillante autor literario,  luchador altruista-pacifista con derecho a sillón  en la SGAE, honroso, dadivoso y honesto orador en pregones de postín a 800.000 cucas de las de antes. Y no se crean, que don Ramón realizaba un apreciable descuento por hablar para el pueblo en municipios con mandamases del PSOE. ¿Quién no se ha dejado arrastrar alguna vez por la leve y tenue oratoria de don Ramón? ¿Quién no se ha dejado llevar por sus letras? “Litros de alcohol corren por mis venas, mujer. No tengo problemas de amor. Lo que me pasa es que estoy loco por privar”. Joder, si es que es pura poesía.

       A muchos buenos músicos de  nuestro país (que los hay, aunque no vendan tanto como los hijos del marketing) debe de resultarles frustrante e insultante no ya quedarse fuera de los radiofónicos  40 abominables, o de esta lista presuntamente popular, sino asistir a este tipo de saraos como espectadores ninguneados. ¿”Macarena”, “Amante bandido” y “Aserejé” son verdaderamente algunas de las mejores canciones de los últimos cincuenta años? Además, ¿cómo puede calibrarse o medirse la calidad de canciones de géneros distintos? ¿Cómo se pueden meter en el mismo saco una canción de Rocío Jurado y otra de Mecano? ¿Dónde reside el rigor de esta multitudinaria y festiva  elección? Fácil: en la pasta que se le puede sacar a los televidentes.

       La historia de la música, ya lo sabemos,  la escriben los vendedores. Yo, aunque sea una vez más con el sinsabor de la derrota, prefiero irme con la música a otra parte.

 

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