Forofismo periodístico
(o del arte de opinar
en lugar de informar)
¡Por el amor de Dios, la religión no es el opio del pueblo! ¡Tampoco la tele! ¡Ni siquiera el fútbol! El pueblo es el opio del pueblo, una endogamia maléfica, un bucle repleto de conformismo, una noria embriagada y deformable. Vale, bajaré al terreno de juego, donde las cosas se ven mucho más claras. Reconozco que ésta no es manera de empezar a hablar de fútbol, pero es que yo lo que quiero es sacar a relucir el asunto del periodismo deportivo, el tiovivo de la información, el cuento de nunca acabar de la realidad irreal. Voy a ir al grano, que si no acabaré citando a Hume con soberbia y pedantería infinitas en un ejercicio anacrónico sin precedentes.
El pasado domingo se veían las caras en el Vicente Calderón los eternos rivales en un choque en la cumbre disputado a cara de perro (me estoy metiendo en la piel del cronista deportivo, no me dirán que no). El Madrid venció al Atleti por cero a tres. Bien, pues en el programa “Fútbol es fútbol” (Telemadrid) aparece un tal Juanma Cueto, y me cuenta que el resultado ha sido totalmente injusto. Bueno, me digo, habrá sido cosa del árbitro (argumento muy socorrido histórica e histéricamente para los eternos perdedores), o quizá algún espontáneo ha lesionado a Fernando Torres, estrella de los rojiblancos. No sé, puede que algún colchonero se haya vendido a los merengones a cambio de unos milloncejos y se haya marcado algún gol en su propia portería, o a lo mejor un tornado ha transportado el balón a la portería atlética sin que el guardameta Leo Franco haya podido hacer nada. Cualquiera de estas situaciones encajaría en el diagnóstico del periolisto deportivo. Pero no, ni siquiera un arcángel vestido de blanco bajó del cielo para incidir en el partido. Entonces, ¿por qué ha sido un resultado injusto?, ¿qué ha pasado? Es más, ¿por qué lo primero que hace el informador es darme una valoración personal de los hechos? ¿Por qué no me deja sacar mis propias conclusiones tras ver el resumen? Este tío se pirra por decirme lo que le ha parecido a él el partido, y a mí me importa un comino lo que crea, piense o sienta. Para eso están los expertos, se supone. ¿O es que los informadores son expertos en la práctica y teoría del fútbol? ¿Se imaginan abrir un telediario con el titular: “El PNV no mereció ganar las elecciones vascas”? Vale, vale, el ejemplo no es el más adecuado. Prescindo de ejemplos, no hace falta con situaciones tan absurdas. El chico de Telemadrid insiste: “El Madrid no mereció este resultado”. Pero, coño, ¿por qué? Dé usted una sola razón. A ver, callen, callen, un momentito, que va a explicarse... “Y la prueba –dice- es que el Madrid tan sólo ha disparado a puerta en tres ocasiones y ha anotado tres goles”. ¡Pero si ésa es la máxima del fútbol, el culto a la infalibilidad, la adoración a la contundencia, la salsa, el pragmatismo, incluso, el delicatessen balompédico (uy, qué ñoño me ha quedado esto último)! Confieso que no entiendo nada: ni el formato del programa, ni a los presentadores, ni los resúmenes surrealistas de los partidos, ni el lenguaje, ni las gracias sin gracia caídas en la más absoluta de las desgracias para el televidente.
Prosigo con interrogantes espirituales que no me solventan estos analistas de la información deportiva, estos consultores de la realidad futbolística: ¿es mala suerte o resulta injusto que pierda un equipo que es incapaz de anotar un solo tanto después de rematar en la portería contraria en 26 ocasiones?, ¿es tan bueno como dicen estos mismos aduladores sin fronteras del periodismo deportivo un delantero que yerra una vez tras otra incluso a puerta vacía?, ¿es injusto que un equipo que aprovecha cada ocasión que se le presenta le gane la partida a un equipo que desaprovecha continuamente clamorosas oportunidades de gol? ¿Qué concepto de la injusticia y de la justicia manejan estos jueces de la información?
Para colmo, ahora el periodismo deportivo lleva un tinte humorístico que no acierto a comprender; parece que hay que tomarse las cosas a chufla. Pero dejando de lado a humoristas frustrados y otras especies, lo que no consigo asimilar desde mi limitadísima capacidad receptiva es el análisis filosófico de estos grandes pensadores del esférico. “Resultado injusto”, insiste de manera machacona el rostro parlante de la tele. Y a continuación sale el míster derrotado y dice que el fútbol no ha premiado al mejor equipo. Pues nada, que un comité de expertos en bioética decida a la conclusión de cada encuentro quién es el vencedor moral y se acabó. Y la guinda la pone Irureta en Antena 3, pidiendo solidaridad con el maremoto (sic)”.
Ahora sí que sí
Ya puestos, echo mano de los recuerdos para contarles un caso desternillante del periodismo deportivo más recalcitrante. Jugaban un equipo francés y uno ruso. Lo emitía TVE y ganaban los galos por seis a uno en el minuto 84. Tres más tarde, en el 87, anotó el séptimo un centrocampista internacional del equipo francés. El periodista (español y funcionario, lo juro) se desgañitó y sentenció con una rotundidad a prueba de bombas: “Ahora sí que está sentenciado el encuentro”.
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