Pasando por el aro 

No, yo no estoy en Singapur (¿seré el único?). No me mueve ese afán altruista incalculable de los sacrificados personajes españoles que se han desplazado hasta allí para asistir a la designación de la ciudad que será sede olímpica en el año 2012. Tampoco brillan sobre mi cabeza la misericordia y el noble espíritu constructivo de esos 100 españoles dadivosos que han hecho las maletas para pasar ese calvario de viaje en pos del bien común de los madrileños, en honor al dios del bien colectivo. Gallardón espera que le entreguen unas leyes sagradas escritas en piedra. Eso llevan haciéndolo los constructores en su Comunidad desde hace una década.

       Pobre gente. Qué desinterés, qué martirio, qué gran penitencia. Ministros, concejales, consejeros, directores, deportistas, cocineros de postín y otras especies han puesto rumbo al país asiático con Esperanza – Aguirre- y  con la esperanza de ver cómo los miembros del COI eligen a Madrid como ciudad organizadora de los Juegos Olímpicos de 2012.  ¿Qué tendrán unos Juegos para despertar ese interés general lo mismo en las filas del  PP que en las de   PSOE e IU? 

       ¿Quién costea el tinglado? ¿A cuánto asciende la cuenta? ¿Quién se está beneficiando de tanta actividad, tanto viaje, tanta banderita y tanto desmadre? ¿ Nos presentará Ruiz Gallardón la cuenta de resultados? ¿Nos contarán cuánto nos ha costado no organizar los Juegos o,  en el mejor de los casos, cuánto nos costará hacerlo? Porque, imbecilidad dogmática al margen, está claro que quienes van a pagar de su bolsillo el despilfarro, el lujo y  las obras  son los madrileños, a quienes, por cierto, les  espera una buena con la factura de las carreteras que el alcalde está dibujando en los últimos tiempos. Se dice que los impuestos deberán subir. Yo pongo la mano en el fuego de la consabida llama olímpica a que suben. Vaya que si suben.  No hay problema: Ruiz Gallardón es un experto en la materia. Que se vayan preparando en los madriles...

La cosa esa de los Juegos beneficia a unos cuantos de manera ostensible, entretiene al personal, que paga un alto precio por asistir a las pruebas deportivas ( a diferencia de los personajes al estilo de los que han acudido a Singapur, que van de gañote, al palco VIP) y se gastan la pasta comprando gorritas con el logo oficial y bocatas de chorizo a 6 euros.

       Aquí huele a muerto. Me voy de vacaciones, me tomo un respiro. A la vuelta ya sabremos si Madrid es la ciudad elegida. Como dice Belentxo,  siempre nos quedará París. Yo no paro de pensar en qué será lo próximo que nos venda Ruiz Gallardón.

       Ah, y en Singapur estará animando el cotarro con la bandera de Madrid un tal  Fernández Tapias. O sea.

               

Tercios de comunicación 

       Cómo se nota que terminada la temporada futbolística, los periodistas deportivos no tienen de qué hablar. ¡Pues no convierten el paso de un tenista español a los cuartos de final del torneo de Wimbledon en una proeza galáctica merecedora de titular a toda página! La exageración me recuerda –por lo opuesto- a los comentarios mitad jocosos,  mitad despectivos de José María García, que sentenciaba en la década de los 70  que la actuación de los españoles en  los mundiales de natación había sido todo un éxito porque ninguno de ellos se había ahogado. No se trata de restar méritos a los deportistas españoles, pero tildar de gran éxito el pase de un tenista a los cuartos de final de una competición, por mucho que sea el primero en 30 años en lograrlo en el caso de Wimbledon, no deja de ser un ejercicio de cinismo, una exhibición de venta al estilo del antiguo charlatán. La Razón, además de eso, te regala dos cruasanes.

 Los medios de comunicación ya no llegan ni a eso, ni a medios; se quedan en tercios, en tercios de comunicación. Eso sí, con dos cruasanes de regalo.

 

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