Voltaire, Yanke y el tío Berlus
Me tienen Madrid patas arriba, que aquí no quedan ya ni chulapas ni gatos. Si acaso, uno se cruza con un grupillo de manifestantes, dos comisionistas, flotas de becarios -que rima con precarios- o con algún macarra de la tele tirando de billetera, que la simpleza se cotiza al alza en los bajos fondos catódicos. Dices teta, culo, pedo, coño, pis... y hala, ya tienes tu hueco en el prime time garantizado. Y si no, te inventas un lío con Jesulín o con su padre. Y lo digo en serio, no por faltar, que el padre del torturador de toros tiene un caché que para sí quisieran muchos sementales. Para mí, que conste, no se trata sino de una de esas leyendas urbanas. Eso, o que lo de Ambiciones es nuestra viagra nacional.
Madrid, les decía antes de caer en la salsa rosa de la tontuna, es una obra rugiente, una chistera que vomita lava, ladrillos y licencias de televisión para los enemigos de Polanco. Madrid es el tablero del monopoly de un faraoncito con gafas de Harold Lloyd, cejas pobladas y una moral desorbitada. Sí, el tipo es un gran optimista. Este Ramsés gallardo quiere organizar los Juegos Olímpicos de 3012 y confía en vivir para verlo. Por las noches, mientras duerme, con su gorrito de colores rematado por una bola de felpa, sueña que es la antorcha humana y que enciende el pebetero de la Moncloa. El muy iluso aún no hay leído el Cándido de Voltaire. O si lo ha leído, no se ha enterado de la misa la media.
La capital del reino es también una zanja con dientes y lengua. Carnívora, para más señas. “Matan árboles para jugar quinielas olímpicas”, reza la pintada de un vecino denunciante, ocurrente, mostrando su dolor en carne viva. Son heridas provocadas por una política de inauguraciones, carteles y eco mediático. Los incendios de este verano son quemaduras de tercer grado en los escaños de sus señorías, bomberos-toreros de la res pública, dispuestos oportunamente a la mofa y al berrinche fingido. Los bosques les importan un carajo. Otro gallo cantaría si lo que se estuviese destruyendo fueran campos de golf.
El madrileño es un tipo con mucha paciencia y con una hipoteca alojada en la tercera vértebra*. Pero algunos la pierden de vez en cuando –la paciencia, no la hipoteca- y ponen el grito en el cielo, denunciando la tala indiscriminada de árboles, que es uno de los pasatiempos preferidos del señor alcalde y de la señora presidenta de la Comunidad.
Enmohecido ya el espíritu olímpico, nos suben los precios de las instalaciones deportivas y nos las cierran los fines de semana porque a nadie sensato se la va a ocurrir nadar en una piscina climatizada un domingo, claro. Es para echarse a llorar y utilizar como moquero cualquier material de Madrid 2012, ya sea una pancartilla en seda, ya un póster con la llama viva (¡jo, jo, ji, ji!) del logo que se sacaron de la manga para hacer un paripé descomunal. Que se sabe de sobra, demonios, que los votos del COI son más previsibles que un telediario de Germán Yanke.
Por cierto, hablando del rey de Broma, grandioso estuvo el otro día, como buen alfil liberal de Telemadrid. Nos regaló -a la Humanidad me refiero- un titular de órdago: “Los medios de comunicación dependen excesivamente del Gobierno”. Joder, qué disgusto cuando me enteré. Que jartá a llorar. Fue más traumático que cuando me enteré de que los Reyes Magos trabajan para Isidoro Álvarez, ETT mediante. Tremendo, el amigo Yanke. Ahí, arriesgando el tipo. Desmitificando el cuarto poder; abriendo la caja de los truenos, desnudando, derribando el mito. Telefoneé compungido a mi profesor de deontología periodística, pero me dijo su señora que se había escapado a principios de verano con la mujer del tiempo de un canal autonómico en manos del PP. Otro berrinche que me agarré.
Menos mal que aún quedan reductos de pulcritud como Telemadrid. Menos mal que aún quedan políticos como Esperanza Aguirre, donosa, respetuosa sota de espadas, vigía, faro de las libertades y garante impoluta de la libertad de los informadores del canal autonómico madrileño.
Y que no se me olvide romper una lanza en favor del yernísimo. Que hay que ver qué mala leche se gastan esos rojos que andan por ahí diciendo que Alejandro Agag va a presentar un telediario en Telemadrid. Qué mala leche, de verdad. Pero si Alejandrito no tiene más que hacer un chasquido y su tío Berlus le monta una tele o en su defecto un periódico... en cualquier parte del mundo.
* Ya sé que generalizar alegremente es un vicio de la mezquindad, pero no me negarán que he sido más sereno y comedido que Sánchez-Dragó, para quien el madrileño “ es un ser maleducado, gritón, que llena la ciudad de cacas y los nobles edificios de pintadas, y es un ser tremendamente agresivo”. (El Mundo, 9 de agosto de 2005)
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