Vivir en un sinvivir

 

Alabadas sean las vacaciones. Concluyó la serie de Ana Obregón. Ha sido una de las indiscutibles triunfadoras de la temporada televisiva. Más de seis millones de personas han acudido puntualmente a la cita cada lunes por la noche.

 “Si hiciera un programa de biología me verían 100.000”, dice Ana. Sí, como los Hijos de San Luis. ¿Es un cálculo optimista o pesimista? ¿Haría el programa con los mismos vestiditos de la señorita Pepis que ha lucido en la casa del señorito viudo? ¿Nos mostraría los misterios de la biología molecular con un picardías? Biología.

Es el juego de contradicciones de la... ¿actriz? Ella es bióloga, vamos, que le dio por lo del estudio de los seres vivos. Pero luego se asomó un día a al microscopio y le salió una bacteria con forma de telenovela indescriptible, una especie de Mary Poppins venida a menos, como de segunda mano, una institutriz de segunda regional. En el cultivo televisivo han ido apareciendo personajes no en busca de autor, sino en busca  de aliento. La historia que se sacó de la manga Anita ha sido  tan dulzona e inverosímil, como increíbles sus poses, los diálogos de los niños, las tramas, las caras de los actores... No ha habido  por dónde cogerlo. ¿Por qué entonces seis millones de almas se han sentado ante la pantalla y han asistido a la función? Si lo supiera, iba a estar yo aquí.

Voy a asomarme al microscopio, a ver si se me ocurre otra historia de ciencia ficción que me catapulte al estrellato. Por ejemplo, una historia de la clase política sin granujas inmersos en tramas inmobiliarias, o una de inmobiliarias con pisos asequibles para bolsillos de periodistas mal remunerados, o una de periodistas mal remunerados que se sindican y reclaman sus derechos, o una de jueces que no salen por peteneras ante individuos con cuarenta y cinco antecedentes penales, o una de las penas que padecen Bush y Ansar ante la violación de los derechos más elementales de los presos de Guantánamo, o una de elementales medidas necesarias para encontrar una solución dialogada al problema del País Vasco...

Ya lo tengo, una historia de una... mmm... Vaya, eso ya lo ha hecho Ana Obregón.

¿Y si le propongo a Pedro Ruiz que grabe un disco de boleros?<

 

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