Sonrisas, karaokes y mariposas
Los asesores de imagen del PSOE no dan más de sí. Tienen más paciencia que el santo Job y más trabajo que el recuperador emocional de Mayor Oreja estos días. Cada vez que una cámara de televisión recorre la fisonomía de algún personaje del sarao socialista, tiemblan los cimientos de Ferraz y les entra el tembleque en los sondeos electorales. Lo mismo que cuando Aznar era el pardillo de la oposición y buscaba arañar votos con esa sonrisa dadaísta que ha traído en jaque a los cultivadores de la buena facha en el PP. Entonces, cuando lo del deificado José María –Aznar, que no Escrivá, aunque todo se andará-, se decía que cada vez que sonreía y mostraba su armadura dental, se iban al garete sus posibilidades de asaltar La Moncloa. Luego se comprobó que eso era una supina estupidez. El personal le acabó cogiendo el gustillo a la sonrisa profidén del discípulo de Bush jr., incluso a la de la señora Botella... incluso a la de la señora Aznar Botella... y si me apuran, pronto triunfará la del señor Agag, cuando éste se reponga del fiasco de su amiguete Suárez Illana, quien puede seguir dedicándose a los poemas en cuerpo y alma.
En el PSOE, la verdad, no tienen muchos motivos para esbozar la menor de las sonrisas. Y eso que Zapatero da muy bien ante cámara, que se suele decir. Aunque luego lo echa todo a perder con su discurso y esos gestos aprendidos en un cursillo acelerado de réplicas de González Márquez. (¿Terminará Zapatero fumando puros habanos en la intimidad?)
Precisamente el mandamás del PSOE quedó este pasado fin de semana en fuera de juego en un karaoke multitudinario celebrado en Rodiezmo (León). El secretario general socialista compartía escenario con varios compañeros de faena en la fiesta minera celebrada allí, a la que pusieron el broche final entonando La Internacional. Pues bien, Zapatero realizó un play back de aúpa, de estos en los que el cantante no se sabe siquiera la letra y mira de reojo a sus compañeros de coro, pasando un apuro, sudando tinta hasta que llega la parte del estribillo, que ya le suena algo más, y entonces se envalentona y eleva el volumen al tiempo que levanta la cabeza tratando de concentrar las miradas de un público que secunda el cántico. Zapatero no se sabe La Internacional. Se limitó a mover los labios tímidamente; no pudo sino realizar un ejercicio labial parcialmente insonoro. Toda una delicia; todo un documento. El PSOE debería poner remedio a estos lunares musicales. Por ejemplo, podría contratar a base de talonario a David Bisbal o, ya puestos, a Enrique Iglesias, que una estrella popularizara el tema en los 40 Principales. A Zapatero le costaría menos aprenderse el cántico. Luego aparecerían distintas versiones, eso sí, y quizá se liara la cosa. Porque es seguro que Tamayo y Sáez realizarían su propia composición de La Internacional al estilo Pimpinela.
Por cierto, en ese mismo acto estuvo también en cuerpo y alma el ex vicepresidente Alfonso Guerra, al que le gusta conservar esa imagen de animador cultural chispeante y dicharachero. Guerra echó mano de ese gracejo distendido y amplio con el que la naturaleza le ha dotado. La naturaleza tiene esos errores, qué quieren que les diga. A Guerra le dio por hacer una gracia con el flamante sucesor de Aznar. “Rajoy es un mariposón”, dijo con esa mala leche que ni siquiera alguien como Cascos puede sacar a relucir hoy en día. Luego, para darle barniz a la maldad, dijo que Rajoy iba de flor en flor y no sé qué estupideces más. Pero lo cierto es que Guerra debe saber mucho más de mariposas que cualquier otro político.
¿En que, sino en mariposas, estaba pensando el ex dirigente socialista para no darse cuenta de que uno de sus hermanos se estaba haciendo rico mientras él era vicepresidente del Gobierno?
«A Rajoy le ha bastado con decir sí a Aznar, pero para ser presidente del Gobierno lo tienen que decir cuarenta millones de españoles». La frase es de Zapatero. Todas las televisiones se hacen eco. No es culpa del calor; lo dijo en una zona bien fresquita. Esta perla cultivada es una simple muestra, una más, de las declaraciones vacías, patéticas y carentes del más mínimo sentido con que martirizan al pueblo los políticos.
Veamos, si bastara con “decirlo”, ¿para qué demonios haría falta votar? Y además, ¿es que van a votar los cuarenta millones de españoles? ¿Los bebés también, señor Zapatero?
No tienen remedio. Y eso que se venden precisamente como tal.<
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