Tarjeta roja
Los supervivientes
de la última tragedia acaecida en Moscú huyen del escenario siniestro en ropa
de baño soportando veinte grados bajo cero. El zoom de la cámara se recrea en
el charco de sangre, firma del último episodio guerrillero vivido en Bagdad. El
registro de víctimas israelíes y palestinas sigue goteando sin que se atisben
soluciones a corto plazo. Un hombre prende fuego a su mujer en Figueres en un
nuevo acto de la denominada violencia doméstica. Ninguno de estos asuntos, sin
embargo, ocupa el primer puesto en el ranking de imágenes morbosas escupidas
por el televisor. El tema del día no trata tampoco de si las tropas españolas
deben continuar o no en ese caos epiléptico en que se ha convertido la invasión
de Irak.
La cuestión que
centra los debates en las ágoras de la España ilustrada no es si Rajoy y
Zapatero son dos nefastas alternativas adheridas a la ya preocupante carencia
de políticos con cara de políticos. Ni la mercadotecnia más incisiva puede
modificar lo inmodificable: ZP y Mariano son cabezas de cartel en un concierto
en el que cualquiera de los teloneros toca mejor música. Los dos están ahí por
si suena la flauta, aunque la partitura del "señor de los hilillos"
se sujeta en el atril con menos convulsiones que la de su rival. Conforman un
oligopolio preocupante y aterrador.
Pocos son los
que cuestionan esa extraña fórmula de los conservadores según la cual se puede
pagar menos impuestos y tener mejores servicios sociales. Son cuatro gatos los
que se preguntan por qué tiene que ofrecer Rajoy ahora tantas cosas, mostrando
las carencias e incompetencia de quien le entrega el bastón de mando, incapaz
de haberlas procurado antes. Si en las escuelas hacen falta ordenadores es
porque el actual gobierno ha sido incapaz de equipar debidamente hasta la fecha
a los estudiantes con esas armas que los reaccionarios consideran altamente
peligrosas.
No, estos temas
suscitan escaso interés general. Aparecen como noticias en la prensa, pero su
inmediata caducidad impide que penetren en el terreno de las preocupaciones.
Hoy, como ayer, se habla del penalti de Marchena sobre Raúl. Una confesión para
aclarar las cosas: este jacobino es merengón de pensamiento, lo que no le
impide, creo, tratar temas futbolísticos sin convertirse en un ultra-sur. Dicho
esto, ya puede uno lanzar sus diatribas con la conciencia tranquila y sumarse
al gran debate nacional de la semana. Mi voto va a la urna con la papeleta del
sí. El valencianista comete falta sobre Raúl dentro del área y,
consecuentemente, el árbitro hizo bien en señalar penalti. Ha quedado claro, no
obstante, que para la mayor parte de los medios de comunicación tal penalti
sólo existió en la imaginación del trencilla.
Los cronistas
deportivos mayoritariamente han dicho que se trató de un penalti dudoso,
cuestionable, polémico, cuando no inexistente. Especialmente virulenta ha sido
la reacción de buena parte de los periódicos valencianos -por lo que parece
también valencianistas-, ebrios aún de ese forofismo indomable y salvaje que
impide analizar los hechos con el mínimo rigor informativo exigible. La página
web oficial del club valencianista titulaba así la crónica del encuentro: "Manos
arriba, esto es un atraco". El enviado especial del diario Las Provincias
escribe: "Inevitable. La sensación de robo, una vez más, vuelve a
planear sobre los corazones de los valencianistas tras empatar el encuentro que
tenían ganado". En el diario Levante se hace la siguiente lectura de
los hechos: "¡Qué vergüenza! Tristante Oliva privó ayer al Valencia de
una merecida victoria al pitar un penalti inexistente en el último minuto".
El Diario de Valencia titula: "El robo del siglo".
Pero la perla
periodística llega en forma de regalo en la edición del pasado lunes del diario
deportivo de Valencia "Superdeporte", en el que un tal V. Bau va más
allá y le echa la culpa de lo ocurrido a una parte de la prensa: "La
galaxia apesta. Apesta por sí sola y por esa ristra de medios de comunicación
que viven entregados a su causa... y que viven a su costa. Miren, lo que anoche
sucedió en el Bernabéu -la chorizada, el atraco, la manipulación y el insulto-
no es culpa de ese árbitro inexperto que se inventó un penalti ignominioso a
favor de los mismos de siempre. No. No es él el culpable. Los que anoche le
hurtaron el liderato al Valencia fueron los medios de comunicación madrileños y
madridistas que a lo largo de toda la semana vendieron la imagen de un Madrid
satanizado por la gente de "provincias" -como si en lugar de ser el
triste verdugo del fútbol español fuera la víctima inocente-. (...) Repito, el
fútbol español huele a podrido por culpa, fundamentalmente, de unos periodistas
serviles y agradecidos. Pero se han equivocado. Lo de ayer, la chorizada de
ayer, ha tocado el orgullo del Valencia CF. ¿Campeones?".
Quizá pueda surgir
un debate paralelo acerca de si este ejercicio de bazofia propagandística
merece ser calificado como periodismo. Tras el reposo uno cae en la cuenta de
que en el columnismo del periodismo español se escriben cosas así todos los
días, aunque en otro ámbito menos deportivo y con la política como telón de
fondo. Cambien los penaltis por votos y verán cómo se repite la escena. En
ambos casos hay que buscar la misma explicación: no se trata tanto de un
espasmo dogmático como de un ejercicio prudente. O uno interpreta las cosas a
gusto del patrón o está ineludiblemente condenado a vagar por tierra de nadie.
Este... informante de Superdeporte se limita a hacer los deberes. Veamos, este
diario deportivo tiene como objetivo vender periódicos fundamentalmente entre
la hinchada valencianista. La interpretación trágica de la jugada se hace
acompañar de un victimismo ramplón. La guinda viene en forma de rencor
descargado contra esa "ristra de medios de comunicación que vive entregada
a su causa" (la del Madrid, se supone). El aspirante a fiscal muestra la pruebas de un delito que comete él mismo con esa
filiación radical que desnuda sus intenciones y que muestra a las claras su
incapacidad para buscar plasmar en la información la menos subjetiva de las
subjetividades.
"¡Esto clama al cielo! Voy a pedir la dimisión de los
presidentes de la Federación y de los árbitros, y además creo que en este
asunto debería intervenir el ministro del Interior, porque estas actitudes lo
único generan es violencia y colman la paciencia de mucha gente". Eso,
¡lo que faltaba!, dejemos el futuro de la Liga en manos de Acebes.
Puede que no fuera
penalti; poco importa ya, la verdad. Puede que tengan razón los que creen que
siempre se beneficia al Madrid. Yo no lo creo, pero respeto interpretaciones
contrarias, siempre y cuando no nazcan de la mediocridad y del servilismo
informativo.
Moscú, Guantánamo,
Bagdad, Gaza, Kabul... y yo aquí escribiendo acerca de un penalti. ¿No es de
tarjeta roja?
Para escribir al autor: Marat[email protected]
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