Nadar en la nada
Miss Jaén fue
finalmente proclamada Miss España. Telecinco ofreció, un año más, la
retransmisión de un evento empalagoso donde los haya. Chicas sonrientes, ligeritas
de ropa y con andares menos estables que un discurso de Acebes, opositaban en
busca de una plaza en ese expositor absurdo y machista que garantiza la corona
de la denominada con absoluta e inigualable estupidez “mujer más guapa de
España” . La ceremonia reunió una vez más todas las
simplezas imaginables. El discurso de la vencedora fue apabullante, rotundo:
“Espero salir (sic) Miss España, contando con el apoyo de todos los
españoles (sic). Y espero hacerlo lo más increíblemente posible,
dejándome la piel si fuera necesario, para representar al país como se merece
en el (sic) Miss Mundo. Y una cosilla cortilla (sic): si salgo (sic)
Miss España os lo agradeceré a todos en el corazón, porque es el sueño de mi
vida”.
Las sonrisas
falsas compitieron por un instante de gloria. Todo era pleitesía, bondad,
jovialidad e inocencia. Después, tras conocerse la decisión del jurado, dio
comienzo el verdadero desfile: el de las denuncias, los rencores, las envidias
y las acusaciones.
¿Qué es lo que
empuja a jóvenes de poco más de18 años -algunas incluso son menores de edad- a
posar como floreros ante la mirada de unos supuestos expertos en belleza?
¿Cuántos millones mueve la entidad o empresa encargada
de la organización? ¿Cuáles con las principales e inmediatas ventajas que se
obtienen de este ñoño premio? ¿Por qué muchas de las galardonadas terminan
relacionándose con futbolistas y empresarios sexagenarios de dudosa reputación?
Mientras rellenan
el examen, déjenme que les diga que resultó graciosísima la lucha por ese
premio que distinguía a Miss Simpatía: hizo falta incluso un desempate. Ideal,
sublime, chachi, súper. Pero, ¿a qué esperan para crear también el premio de
Miss Simpleza? Éste resultaría, sin duda, el más competido y emocionante.
Hablar por hablar
Hace algunas
semanas, un gol del delantero del Espanyol Raúl Tamudo ante el Athletic Club de
Bilbao provocó el siguiente comentario del ex-futbolista García Hernández en
Telemadrid: “Yo no sé qué sería de este equipo sin Tamudo. Tamudo es para su
equipo... como... como la Virgen”. No dio más detalles. Ni aclaró tampoco quién
desempañaba en el equipo de los periquitos el papel de San José. Ya puestos...
Un inmenso lunar
“No sé cómo puede
dormir el señor Aznar”, se preguntaba una telespectadora en el debate del
programa Día a Día (Telecinco). Ésa es una de las preguntas del millón durante
estos días. Yo también me lo pregunto, pero desde hace años. Las pesadillas
quedan para quienes no se creen infalibles. En otras palabras: el coco no sueña
con el coco.
Aznar abandona
cabizbajo el poder, con un guión final que ha llenado de mierda -con perdón-
sus últimos días al frente del Gobierno. Se creyó un salvapatrias, pero
deja el país helado de miedo y aterrado ante una gran y nueva -para España,
absolutamente nueva- amenaza. Su empeño -tan grande como su ceguera- en llevar
a España a la absurda cruzada de Irak ha convertido a este país en un objetivo
prioritario de los extremistas islámicos. Su responsabilidad no es sólo
política. Tras el varapalo de las elecciones, insistió: “El mundo es ahora más
seguro sin Sadam Husein”. Esta desvergonzada afirmación, vomitada con 191
muertos, más de 1.400 heridos y cientos de miles de ciudadanos traumatizados,
es de una irresponsabilidad ilimitada. Sirve para hacernos una idea nítida de
la calaña de este personaje que ha pretendido caer persistentemente en la
infalibilidad. Como su antecesor en la presidencia del Gobierno, aunque por
motivos distintos, supone un lunar negro en nuestra historia. ¿Estamos los
españoles condenados a ser gobernados por gente así?
Yo no sé cómo
puede dormir Aznar, pero de lo que estoy seguro es de que
las víctimas civiles iraquíes, como las de Afganistán, como las del 11-M de
Madrid, duermen ya para siempre. Y esa es hoy nuestra gran pesadilla.
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