Aznar: el efecto invernadero
Aznar anda estos
días algo ofuscado en el recuerdo de su tenebrosa salida del Gobierno. Todo
estaba preparado para la gran despedida triunfal, pero su baraja de naipes se
vino abajo de forma súbita, su ensoñación regia se le abrasó en las penumbras
de la incompetencia. Y, en el colmo de la desgracia, sus alguaciles políticos
le salieron rana.
En este paradójico
cruce de caminos e intercambio de roles, nuestro caballero de la triste figura
fue gustoso el Sancho de Bush, tonto entre los tontuelos, tonto universal. Y
así, engreído, arrogante, ido, petulante y altanero, Josemari, con su acento
tejano, bordeó las tierras del ridículo infinito. Quevedo lo hubiera retratado
con descarada sencillez: “Érase un hombre a un bigote pegado”.
Los discursos
de Aznar han llevado siempre la etiqueta de la inconsistencia, el descalabro
sintáctico, la nubosidad intelectual. Pero todo ello no ha frenado su impulso
creador. Ataviado con los ropajes literarios, asaltado por las musas,
ensimismado por su inesperada fertilidad literaria, el amigo de Bush ha osado
publicar un libro: “Ocho años de gobierno. Una visión personal de España”.
Se batirá en duelo
con su esposa en busca del dominio de las librerías, ese territorio prohibido.
Pero se trata de un duelo inofensivo, en el que vuelan las letras floridas, las
mentes prodigiosas... Demonios, seamos sinceros, se trata de un texto primario,
que recuerda a cualquier iluminado de tres al cuarto. Es más, yo hubiera
invitado a Aznar al "Castillo de las Mentes Prodigiosas" de Antena 3.
Su esquema intelectual es de sobra conocido. No hay mucho en lo que indagar.
Son sus aires de grandeza los que mueven estos molinos. El producto es
infumable, insoportable. Es, además, un arma de doble filo, porque puede conducir
a la risa incontenible o a la frustración más absoluta, a la incomprensión que
provoca la pregunta que asalta inmediatamente al lector: ¿Cómo ha podido llegar
este hombre a convertirse en el presidente del Gobierno?
El epílogo de este
ladrillo nos presenta la respuesta de Aznar a los atentados del 11-M. El
mejunje es terrorífico. Hay un laberinto de ideas absolutamente destartaladas,
un cóctel de pensamientos mal estructurados, un ronroneo insistente con ese aznarismo
de filosofía de la península de Barataria. Cuando se refiere a las reacciones
provocadas por el 11-M no puede evitar caer en la pose pelotillera, en ese
calvario penitente que se vive en éxtasis y de rodillas: “La Casa Real, como
siempre, fue un ejemplo para todos nosotros”. Coño, y digo yo, ¿no sería al
revés?, ¿no serían los miles de madrileños que cooperaron, aquellos que
llenaron sus manos de la sangre de los muertos y de los heridos los que fueron
un ejemplo para la Casa Real?
Pero lo que más
abunda en el cambalache del ex presidente es el resentimiento. Un resentimiento
adornado, pero resentimiento a fin de cuentas. Su discípulo Acebes lo muestra
desnudo y sin eufemismos. Sí, Acebes, ese lector apasionado de Víctor Hugo, del
que ha tomado prestado su lenguaje para atacar a los miembros del nuevo
Gobierno socialista. Hugo tardó casi veinte años en escribir “Los Miserables”;
Acebes, incompetente gestor del descalabro popular en la víspera de las
elecciones generales, tardó sólo unos instantes llamar miserable al nuevo
ministro del Interior José Antonio Alonso por decir que el Gobierno de Aznar
pecó de imprevisión política en los atentados del 11-M. También Mariano Rajoy,
que ahora visita extasiado las ferias populares de la España cañí, se llevó las
manos a la cabeza tras las declaraciones de Alonso. Aznar, en el epílogo de su
mamotreto encuadernado, afirma: “Quizás los propios éxitos conseguidos en la
lucha contra ETA en los últimos años nos han llevado a bajar la guardia ante la
amenaza fundamentalista”. ¿Cuál fue la reacción de Acebes y Rajoy ante esta
admisión resignada? Rajoy ni se llevó las manos a la cabeza, ni rompió sus
puros, sino que apretujó entre sus brazos a su admirado Aznar tras la
presentación del libro. Pelillos a la mar. Acebes, mientras, buscó un
diccionario para comprobar qué significa el término miserable.
Aznar, su
maestro, su mesías, despidió el acto con la protocolaria firma de ejemplares.
Para dicha presentación se eligió el Invernadero de Arganzuela (Madrid), un
lugar ideal para que reposen sus ideas durante el largo invierno que le espera
al ex presidente. Lo suyo, no en vano, fue siempre una gélida visión de la
realidad.
Zapeando, que es gerundio
Decíamos ayer
José Luis Uribarri
y Jaime Peñafiel desfilan por el plató de Salsa Rosa; los nietos de Blas Piñar
la emprenden a palos con el actor de una polémica obra teatral del cuñadísimo,
sí el cuñadísimo. A ver si va a ser cierto eso de que estamos condenados a
repetir...
¡Oiga, sin
faltar!
Jon Juaristi
presentó el libro de Aznar. Se alegró de que el ex presidente contará con él
para tal labor: “Me enorgullece más que lo haya hecho ahora, cuando aún arrecia
la campaña infamante contra él por parte de tantos canallas resentidos”. De
bien nacido es ser agradecido, desde luego. Juaristi, nombrado director del
Instituto Cervantes por el Gobierno de Aznar, prepara ya sus maletas. Norman
Mailer escribió que los hombres duros no bailan; Juaristi lleva ya unos cuantos
días danzando con lobos.
Ídolos de barro
“Gracias, España”,
decía una concursante de “La casa de tu vida”, uno de los programas más
repulsivos e inmorales que he visto en los últimos años en la televisión. Lo
decía para agradecer la decisión de la audiencia, que con sus votos había
provocado la expulsión del concurso de una pareja rival muy polémica y faltona.
Hasta donde sé, España tiene 40 millones de habitantes. Dudo mucho que España
esté pendiente de la holgazanería de estos avispados y emprendedores jóvenes.
En el mejor de los casos tan sólo un 10% de los españoles han caído en las garras
de este producto aberrante, denigrante y escatológico.
La televisión
ha distorsionado la percepción de la fama desde la irrupción del infame Gran
Hermano y está haciendo que se tambalee la concepción del trabajo bien hecho.
Ahora, cualquier pelagatos se hace de oro tras salir de cualquiera de estos
concursos. O Ana Rosa Quintana o Sardá esperan con la billetera, dispuestos a
dar juego a personajes insulsos. También las productoras, que son las que están
haciendo el gran negocio. Luego está la revista Interviú, dispuesta a ofrecer
unos euros por mostrar el palmito. Otras revistas, que pagan a estas fieras
audiovisuales por poner su firma en textos redactados por periodistas mal
pagados y peor tratados. Y, por supuesto, semejantes lumbreras tienen también la
posibilidad de grabar un disco.
Lo más triste de
todo es que cada vez hay más jóvenes que los admiran. A lo mejor por eso es por
lo que dan las gracias.
Con los pies
sobre la tierra
Los suplentes del
Deportivo le dan sopas con ondas al Madrid de las estrellas. Mucho galáctico y
mucho rollo, pero al final suena el nombre de Jabo Irureta para hacerse cargo
del vestuario madridista la próxima temporada. Tendría guasa la cosa: Irureta
como icono rústico en la galaxia blanca. El técnico vasco es conocido por su
teoría de las rotaciones y por mascar chicle sin descanso.
Y es que, al
final, si no se gana, no se venden camisetas. Yo, francamente, me compraría la
de Irureta. O, cuando menos, sus chicles.
Igualito
¿La realidad
supera a la ficción? No en el caso de la serie televisiva Urgencias
(TVE). Anoche se cerró una nueva temporada con la emisión del capítulo 200. La
serie triunfa en EEUU año tras año. Quien también triunfa es el actor que
encarna al personaje del doctor Carter, que se embolsa 400.000 euros por
capítulo. ¡Igualito que un médico de urgencias de cualquier hospital!
Poner fronteras
La ONG
Reporteros sin Fronteras denuncia que durante el pasado año 2003 fueron
asesinados 42 periodistas, 766 fueron detenidos y más de 1.460 agredidos o amenazados,
mientras que 501 medios de comunicación quedaron censurados. RSF publica,
también, una lista con los considerados “depredadores” de la libertad de
expresión. En ella figuran, entre otros, Fidel Castro, Teodoro Obiang y
Vladimir Putin. Desde Cuba se denuncia constantemente que el secretario general
de RSF, Robert Ménard, es en realidad un miembro de la CIA, vinculado a
organizaciones estadounidenses radicadas en Miami y de conocida oposición al
régimen de Castro.
Nada se dice en el
amplio informe de RSF acerca de la muerte de periodistas de diferentes países a
manos del ejército de EEUU; nada de la destrucción de sedes de medios de
comunicación por parte del fuego americano. Tampoco se trata el asunto de la
libertad de expresión en los países más desarrollados, donde los intereses
empresariales y políticos coartan la libertad de los informadores. Puede que en
China o Cuba se encarcele a un periodista por escribir “inconveniencias”, pero
no podemos obviar que en algunos “países ricos” el periodista ya se cuida, y
mucho, de resultar inconveniente. El miedo, personal e intransferible, camina
en sentido opuesto a la libertad de expresión.
No me extraña que
se hagan llamar Reporteros sin Fronteras. Saben de sobra que lo tendrían muy
difícil si se atrevieran a acotar la verdadera y única libertad de expresión.
Se les acabaría el chollo. Se cortaría el grifo de sus ayudas económicas,
mayoritariamente procedentes de EEUU. Claro que, visto el panorama, esto es lo
mismo que acudir de vacaciones a la isla de Utopía.
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