Ésta no es mi historia
Tico Medina nos
cuenta estos días en la televisión autonómica madrileña la historia de Madrid,
asociada a la historia de los reyes españoles desde Felipe II, que fue quien
tomó la decisión de trasladar la Corte a la que era por entonces una pequeña
villa escasamente poblada. Don Tico -que se llamará Escolástico, pero de
escolástico no tiene nada- le confirió a la narración de los sucesos una
vehemencia sentida. Su voz en off era todo un homenaje al desaparecido Félix
Rodríguez de la Fuente: qué contundencia, qué forma de vivir lo que se cuenta.
Pero al margen del rasgo estético de su narración, conviene señalar que el
guión de este documento televisivo estuvo tan edulcorado, que pecó de
empalagoso. Nada nuevo en estos días de empalagamiento y complacencia servil.
Más azúcar en el tarro.
En ese recorrido
histórico emprendido por los documentalistas se maquillaron los episodios
polémicos de la historia de España, se adornaron las crisis y las rupturas de
la institución monárquica, se silenciaron las contiendas civiles, se desecharon
las meteduras de pata de los Austrias y de los Borbones, se edulcoraron hasta
la saciedad las pifias cometidas por los monarcas que han reinado en España
durante los últimos siglos. Y tras el alud azucarado, un poco de miel: se pasó
de puntillas por la inutilidad manifiesta de Carlos IV; se solventó en un
periquete la indecencia y sublime estupidez del absolutista Fernando VII; y ni
siquiera se nombró a Pepe Botella. Para los guionistas del documental, no
existió el sexenio revolucionario, ni se instauró la Primera República en
España. Por el contrario, se prestó especial atención a los detalles amorosos
de María de las Mercedes y Alfonso XII. Los historiadores consultados nos
contaron cómo eran los ojos, la boca y el color de la cara de la primera esposa
de Alfonso XII, o que éste se afeitó las patillas tras la muerte de ella, en
señal de luto.
Me consta que
estos días no se busca sino agradar. Es evidente que no conviene abrir las
puertas porque los feligreses podrían escapar. Pero si hay algo claro,
sumamente nítido, tras ver el primer capítulo de esta serie es que ésta no es
mi historia. Y tampoco la suya, por muy dulce que nos la sirvan. .
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