[Del 1 al 7 de abril de 2005]
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Del PCTV como
variable
(Jueves
7 de abril de 2005)
Ayer me crucé en el centro de Bilbao con
una camioneta con potente equipo sonoro
cuyos ocupantes hacían propaganda electoral para el PCTV-EHAK. Vi
también por las paredes bastante propaganda de ese mismo partido, del que nadie
había oído hablar hace una semana. Hoy constato que una conferencia de prensa
de sus candidatos por Guipúzcoa merece los honores de la fotografía de portada
de Gara, que da amplia información
sobre su defensa del derecho de autodeterminación. También recoge lo que dijeron cuando se les preguntó si, en el
caso de que Batasuna pida el voto para ellos, invitarán a líderes de la
organización ilegalizada a participar en sus mítines. Si se produce esa
petición de voto, ya verán lo que hacen, respondieron.
Al Gobierno de Rodríguez Zapatero se le ha
pasado el plazo para solicitar la ilegalización de las candidaturas del
PCTV-EHAK. Dice que los informes que ha recibido de la Policía y de la Guardia
Civil no aportan nada que pruebe la vinculación de ese partido con Batasuna. El
dato no me dice gran cosa: en algunos sumarios de la Audiencia Nacional figuran
informes policiales que vinculan con Batasuna, y hasta con ETA, a personas que
ni han tenido ni tienen nada que ver ni con una ni con otra. Los informes
policiales son como las encuestas sobre intención de voto en Euskadi que se
están publicado durante estos días: tanto los unos como las otras dicen lo que
quieren que digan quienes los han encargado.
No me cabe la menor duda de que, si el
Gobierno de Zapatero hubiera querido anular las listas del PCTV-EHAK, lo habría
intentado. Y probablemente conseguido. Se habría apoyado en lo que fuera: en
los lazos familiares que unen a algunos candidatos de ese partido con
dirigentes de LAB, por ejemplo. Y no lo ha hecho. Dice el presidente del
Gobierno central que, si en el futuro quedara claro que el PCTV es una segunda marca de HB mantenida hasta
ahora en estado de hibernación política por si algún día llegaba a ser
necesaria, tiempo habrá para promover su ilegalización. Pero el argumento no
vale a los efectos que él pretende: en el caso de que el PCTV llegara a obtener
escaños, el partido podrá ser ilegalizado, pero sus diputados seguirán siendo
diputados, igual que pasó con Sozialista Abertzaleak en la pasada legislatura.
Comenté en el apunte del martes pasado que,
en mi criterio, sólo hay dos incógnitas que las elecciones del 17 deberán
despejar: la primera, qué parte del electorado de la izquierda abertzale
respaldará al PCTV si Batasuna pide el voto para sus candidaturas; la segunda,
a quién perjudicará más el descenso de la participación (que doy por seguro).
Hay que suponer que Rodríguez Zapatero ha
actuado tratando de sacar el máximo jugo partidista a esas dos variables.
Lo cual no quiere decir que se lo vaya a
sacar. Pero por intentarlo no pierde nada.
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Insaciable Cuevas
(Miércoles
6 de abril de 2005)
El presidente de la Confederación Española
de Organizaciones Empresariales, la CEOE, es un hombre insaciable. No digo «un
empresario insaciable» porque Cuevas ni es ni ha sido nunca empresario: es un
político curtido en el aparato del franquismo que los empresarios tienen
contratado de antiguo para que se gane el sueldo ideando cómo fastidiar más y
más a la gente trabajadora.
Siempre me ha tocado las narices esa manía
que tienen los políticos centralistas –y muchos ciudadanos que simpatizan con
ellos– de criticar a los nacionalistas vascos y catalanes por su actitud
«insaciable». «En cuanto les das una cosa, ya están pidiendo otra», dicen. El
reproche es absurdo. En primer término, porque se trata de «cosas» que no son
de su propiedad, de modo que malamente podrían «darlas». Y en segundo lugar,
porque los nacionalistas no ocultan su objetivo estratégico, que es la
soberanía (aunque se trate de una soberanía compartida), de modo que no tiene
sentido afearles que apunten de manera sistemática en esa dirección. Buscan una
meta y trabajan para conseguirla.
No es el caso de la jefatura de la CEOE.
Ésta sí es decididamente insaciable: no se pone límites. Según logra una
ventaja, ya está pidiendo la siguiente. No para nunca de reclamar leyes que
permitan a los empresarios extender la contratación precaria, pagar menos
impuestos y recortar las prestaciones sociales. No le basta con que la tasa de
precariedad laboral en España sea tres veces superior a la media comunitaria.
Quiere más. Ayer, Cuevas pidió que se amplíe –que se generalice, en realidad–
el campo de aplicación de los llamados «contratos por obra», pero sin las
restricciones que tienen ahora. Se trataría de que todo quisque pueda ser
contratado para la realización de una determinada tarea, sin una fecha de finalización
prefijada, y despedido cuando la empresa decida dar por concluida la tarea. En
la práctica, esa modalidad contractual podría utilizarse como un subterfugio
para convertir todos los empleos en temporales: bastaría con que los patronos
utilizaran términos vaporosos a la hora de fijar la tarea que es objeto del
contrato.
Lo que más me molesta, de todos modos, no
es que la CEOE pretenda siempre más y más, sino que encuentre presuntos
«expertos» en el campo académico y en los medios de comunicación que
inmediatamente le hacen coro, afirmando que, en efecto, «en este mundo de hoy,
en el que la competencia es implacable», «estamos obligados» a ser
crecientemente competitivos, rebajar los costes, incrementar los rendimientos
del trabajo, alcanzar tasas superiores de productividad, etcétera, etcétera.
Siempre encuentran justificación para ello. La encuentran cuando la economía
pasa por momentos de recesión, porque «hay que apretarse el cinturón», y la
encuentran cuando se halla en fase de expansión, porque «hay que emplear el
capital para realizar nuevas inversiones». Nunca se reúnen las condiciones
necesarias para ampliar el margen de los costes salariales, la contribución
empresarial a las arcas públicas y la mejora de los servicios sociales.
Entre tanto tecnicismo, corremos el riesgo
de perder de vista –de que nos hagan perder de vista– que el objetivo esencial
de la economía no es que se produzca más, se venda mucho o se logre la repera
en verso en materia de productividad, sino que la gente viva mejor.
Explicaré lo que quiero decir contando una
historieta. Allá por 1985, cuando ejercí de redactor-jefe de la revista Mar, del Instituto Social de la Marina,
me tocó viajar a Hondarribia para hacer un reportaje sobre los merluceros de la
localidad. Salí a pescar con ellos –yo sólo pesqué un mareo, pero da igual– y
charlé con los unos y con los otros, en especial con el patrón mayor de la
Cofradía, Esteban Olaizola. En aquellos tiempos estaban muy en boga las
doctrinas de Fernando González Laxe, gran preboste del PSOE, que preconizaba la
industrialización de las flotas pesqueras, lo que –decía– habría de redundar en
una productividad mucho mayor. Esto fue lo que me arguyeron los pescadores:
«Aquí nos dedicamos a pescar merluza con pincho y caña. Es un arte con muchas
limitaciones, pero que nos permite conseguir una merluza de primera categoría.
Salimos a la mar por la mañana y por la tarde estamos en casa. Vendemos la
merluza a muy buen precio. Vivimos bien. En el pueblo no hay apenas paro.
Nuestra calidad de vida es comparativamente muy alta. ¿Para qué serviría que
nos embarcáramos en grandes barcos? Haría falta mucho menos personal. Las
capturas sería mucho más importantes, pero la calidad de la merluza, menor.
Además, contribuiríamos a agotar los caladeros. Así estamos bien. No queremos
industrializarnos.»
Pues eso: vivir bien. No necesariamente
producir más y más barato.
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Precampaña sin
campaña
(Martes
5 de abril de 2005)
El debate televisado entre los cuatro
candidatos legales a la
Lehendakaritza del Gobierno vasco fue la plena confirmación de lo que muchos
venimos diciendo desde que se inició esta campaña electoral: que está de sobra.
La única incógnita que existía era –para quien lo fuera– qué iba a suceder con
Aukera Guztiak. Confirmada la retirada forzosa de sus listas, parecía evidente
que estábamos abocados a 15 días de «basura», dicho sea en términos propios del
baloncesto.
Todo lo que cada candidatura tiene que decir
está ya dicho desde hace meses, si es que no años. Y lo que éste o el otro no
quiere decir –porque cree que no le conviene, o porque espera a conocer los
resultados electorales para ver por dónde tira– no lo va decir ahora. Al debate
de ETB me remito: no hubo manera de que Patxi López soltara prenda sobre sus
planes futuros de alianzas ni hubo modo humano de que Ibarretxe explicitara en
qué medida está dispuesto a replantearse los términos de su famoso plan y en qué medida no.
Se hace tanto trabajo hoy en día en las
precampañas que las campañas propiamente dichas se quedan vacías de contenido.
Los partidos prefieren las precampañas por muchas razones: están sujetas a
menos restricciones legales, dan más tiempo para que calen sus discursos (tal como dicen los campesinos, agua de lluvia
no quita riego), resultan más baratas... Además, la experiencia ha demostrado
que los acelerones electorales de última hora son muy peligrosos: pueden
provocar el patinazo. Que se lo pregunten si no a Mayor Oreja, que lanzó tal
ataque en tromba en los últimos días de la campaña de 2001 que logró justo lo
contrario de lo que pretendía: consiguió que se movilizara como nunca el
electorado nacionalista, al que logró atemorizar. Sabedores de ello, los
candidatos prefieren atenerse fielmente al guión planificado. O sea, que se
repiten más que la morcilla.
Por supuesto que durante las campañas
pueden producirse sucesos imprevistos de importancia mayor. Si lo sabrá Aznar.
Pero lo imprevisto no se puede planificar, por definición. Llegado el caso,
cada cual improvisa lo mejor que sabe. Cuando sabe.
En el caso de las vecinas elecciones
autonómicas vascas existen varias incógnitas. Una es el comportamiento que
tendrá el electorado abertzale radical: en qué medida optará por abstenerse y en
qué proporción decidirá votar (y, en tal caso, a qué listas). Otra, qué efecto
tendrá en la distribución de escaños la menor afluencia a las urnas, que parece
inevitable. Pero ninguna de esas incógnitas, precisamente porque lo son,
alterará los mensajes electorales de las diferentes candidaturas.
Quiero decir con todo esto que, bien
mirado, podría votarse el próximo domingo y un rollo menos que nos tocaba
aguantar.
Con una semana de campaña basta y sobra.
Que ya están de por sí bastante plastas los noticiarios.
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El periodismo
obligado
(Lunes
4 de abril de 2005)
No había comentado nada de la curiosa polémica
que se trajeron hace unos días Esperanza Aguirre y Eduardo Haro Tecglen. El
columnista de El País escribió en
duros términos sobre la presidenta de la Comunidad de Madrid (cosa bien
comprensible, porque la señora se las trae) y ésta respondió con una carta al
director en la que reprochaba a Haro haber ejercido de plumífero falangista, lo
cual es cierto, y él finalmente no niega (y digo «finalmente» porque en un
principio publicó otra carta al director de El
País en la que aseguraba que «todas» las afirmaciones contenidas en la
misiva de Aguirre eran falsas. No pudo mantener ese extremo porque somos muchos
los que hemos podido leer algunas de las encendidas alabanzas que el joven Haro
dedicó al Generalísimo Franco y a José Antonio Primo de Rivera). No obstante,
el Haro mayor se muestra indignado con ese reproche y contesta diciendo que
sólo falta que «quienes (le) obligaron a escribir esas cosas» en su juventud
vengan ahora a echárselas en cara.
No es la primera vez que me topo con ese
argumento defensivo de Haro y confieso que siempre me ha dejado perplejo. No me
imagino cómo pudieron obligarle a
escribir loas a Franco.
Aunque algo menos anciano que él, yo
también viví bajo el franquismo. Y escribí sobre aquello, ciertamente. Pero en
contra. En periódicos clandestinos. Ni se me ocurrió la posibilidad de hacer
literatura política en las publicaciones oficiales del Régimen. Era evidente
que en aquel ambiente de fascismo recalcitrante no tenía sentido que alguien de
izquierda tratara de ejercer de columnista político.
Hubo bastantes intelectuales, escritores y
periodistas demócratas que optaron por otra salida, a la que con los años yo
también me apunté: la que abrían las fronteras. El exilio.
Quiero decir con ello que cada cual se las
arregló como pudo –bastante mal, por lo general– pero, que yo sepa, Haro es el
único que se sintió obligado a
escribir panegíricos a favor del Caudillo.
Hace un par de años me tocó presentar mano
a mano con él un libro (un interesante libro, por cierto) en Madrid y mantuvimos
otra breve polémica de este mismo estilo. Surgió cuando él argumentó que un
columnista no puede permitirse el lujo de ir en contra de la línea editorial y
los intereses del patrón para el que trabaja. Tampoco pude dar por válido ese
argumento. Es indudable que hay patronos con cierta manga ancha, y otros –caso
del patrón del propio Haro– que la tienen ceñidísima, pero una cosa es que no
puedas ejercer de oposición interna y otra que te sientas obligado a poner por
los cuernos de la luna al menda que te asegura la nómina. Al final, tus
lectores ya no saben qué cosas escribes porque te consideras obligado y cuáles
porque las piensas de verdad.
Nota 1.– El mal funcionamiento que tuvo ayer la conexión de esta web con la Red provocó que el número de visitas bajara espectacularmente. Es muy probable que la media mensual se vea afectada por ello.
Nota 2.– Los lectores de esta página, expertos y vigilantes, han encontrado los textos de los tres poemas de Nicolás Guillén que cité ayer de memoria. Los copio, porque valen la pena:
Pequeña letanía grotesca en la
muerte del senador McCarthy
He aquí al senador
McCarthy
muerto en su cama
de muerte,
flanqueado por
cuatro monos;
he aquí al senador
McMono,
muerto en su cama
de Carthy
flanqueado por
cuatro buitres;
he aquí al senador
McBuitre
muerto en su cama
de mono,
flanqueado por
cuatro yeguas;
he aquí al senador
McYegua,
muerto en su cama
de buitre,
flanqueado por
cuatro ranas:
McCarthy
Carthy.
He aquí al senador
McDogo,
muerto en su cama
de aullidos,
flanqueado por
cuatro gangsters;
he aquí al senador
McGángster,
muerto en su cama
de dogo,
flanqueado por
cuatro gritos;
he aquí al senador
McGrito,
muerto en su cama
de gángster,
flanqueado por
cuatro plomos;
he aquí al senador
McPlomo,
muerto en su cama de gritos,
flanqueado por
cuatro esputos:
McCarthy
Carthy.
He aquí al senador
McBomba,
muerto en su cama
de injurias,
flanqueado por
cuatro cerdos;
he aquí al senador
McCerdo,
muerto en su cama
de bombas,
flanqueado por
cuatro lenguas;
he aquí al senador
McLengua,
muerto en su cama
de cerdo,
flanqueado por
cuatro víboras;
he aquí al senador
McVíbora,
muerto en su cama
de lenguas,
flanqueado por
cuatro búhos:
McCarthy
Carthy.
He aquí al senador
McCarthy
McCarthy
muerto,
muerto
McCarthy,
bien
muerto y muerto,
amén.
Epitafio para Lucía
Murió callada y
provincial.
Tenía llenos los
ojos de paz fría,
de lluvia lenta y
lenta melodía.
Su voz, como un
cristal esmerilado,
anunciaba un
resplandor encerrado.
Se llamó, la llamaban
vagamente Lucía.
(En este breve
mármol ha quedado
toda su biografía.)
Elegía a Emmet Till
(a Miguel Otero Silva)
En Norteamérica,
la Rosa de los Vientos
tiene el pétalo sur rojo de sangre.
El Mississippi pasa
¡oh viejo río hermano de los negros!
con las venas abiertas en el agua,
el Mississippi cuando pasa.
Suspira su ancho pecho
y en su guitarra bárbara,
el Mississippi cuando pasa
llora con duras lágrimas.
El Mississippi pasa
el Mississippi cuando pasa
árboles silenciosos
de donde cuelgan gritos ya maduros
el Mississippi cuando pasa,
y mira el Mississippi cuando pasa
cruces de fuego amenazante,
el Mississippi cuando pasa,
y hombres de miedo y alarido,
el Mississippi cuando pasa,
y la nocturna hoguera
a cuya luz caníbal
danzan los hombres blancos,
y la nocturna hoguera
con un eterno negro ardiendo,
un negro sujetándose
envuelto en humo el vientre desprendido,
los intestinos húmedos,
el perseguido sexo,
allá en el Sur alcohólico,
allá en el Sur de afrenta y látigo,
el Mississippi, cuando pasa.
Ahora ¡oh Mississippi,
oh viejo río hermano de los negros!,
ahora un niño frágil
pequeña flor de tus riberas,
no raíz todavía de tus árboles,
no tronco de tus bosques,
no piedra de tu lecho,
no caimán de tus aguas:
un niño apenas,
un niño muerto, asesinado y solo,
negro.
Un niño con su trompo,
con sus amigos, con su barrio,
con su camisa de domingo,
con su billete para el cine,
con su pupitre y su pizarra,
con su pomo de tinta,
con su guante de béisbol,
con su programa de boxeo,
con su retrato de Lincoln,
con su bandera norteamericana,
negro.
Un niño negro asesinado y solo
que una rosa de amor
arrojó al paso de una niña blanca.
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McCarthy muerto
(Domingo
3 de abril de 2005)
Me vino ayer al recuerdo la obra de Nicolás
Guillén, el renombrado poeta cubano.
La leí con fervor en mi adolescencia. Me
hice con una curiosa antología bilingüe, español-italiano, que tomé prestada y
nunca restituí, según un hábito muy arraigado en mí por aquel tiempo (fui un
gran ladrón de libros).
Hubo algunos poemas de Guillén que me
impresionaron tanto que no sólo me los aprendí entonces de memoria, sino que
los sigo recordando.
Por ejemplo, uno que supongo que debía de
llamarse algo así como Epitafio para
Lucía.
Si no me falla la memoria, decía:
Murió
callada y provincial.
Tenía
llenos los ojos de paz fría
de lluvia lenta
y lenta melodía.
Su voz
como un cristal esmerilado
anunciaba
un resplandor encerrado.
Se llamó
la llamaban pálidamente Lucía.
(En este breve mármol ha quedado
toda su biografía.)
Quizá no sea exactamente así,
pero no creo que varíe mucho.
No tengo la obra de Nicolás Guillén
–supongo que algún amigo supo que el libro era robado y decidió que continuara
el ciclo–, de modo que me puse a buscar ese poema en la Red. No lo encontré. Me
topé con los versos más tópicos, patrióticos y militantes de Guillén (del tipo
de «Para hacer esta muralla, tráiganme todas las manos...», etc.), pero no con
los que marcaron con más fuerza mis 15-16 años.
Me conmovió de crío también otro poema,
delicadísimo, llamado Elegía a Emmet Till
(«Y mira el Misisipí cuando pasa, / oh viejo río hermano de los
negros...»), dedicado a un chaval que fue linchado por la gentuza del Klu Klux
Klan, y que se convirtió a finales de los 50 en un bandera de la lucha por los
derechos civiles en EEUU. Tampoco aparece en las breves antologías colgadas en la Red.
Pero el poema que en realidad quería
encontrar y que busqué anoche con más ahínco –y con idéntica falta de éxito– es
otro, titulado Pequeña letanía grotesca a
la muerte del senador McCarthy. Lo escribió Guillén horas después de
conocer la noticia de la muerte de Joseph R. McCarthy, el senador que presidió
el Comité de Actividades Antiamericanas y que desató una torva caza de brujas contra la intelectualidad
progresista de los EEUU. Fabricó Guillén contra él en mayo de 1957 un exabrupto
total, una maldición rabiosa.
Rescato de mi memoria de chaval la idea
central del poema:
He aquí al senador McCarthy
muerto en su cama de muerte
flanqueado por cuatro simios.
He aquí al senador McSimio
muerto en su cama de Carthy
flanqueado por cuatro buitres.
He aquí al senador McBuitre...
Y seguía así, identificando a
McCarthy con toda suerte de animales. Y no animales: «He aquí al senador
McGángster...», «He aquí al senador McTumba...». Machacona, implacablemente.
Acababa diciendo:
McCarthy muerto,
Muerto McCarthy,
Muerto y bien muerto.
Amén.
Era ése el poema de Guillén que
ayer me estuvo rondando la cabeza de manera más insistente.
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¿El partido qué?
(Sábado
2 de abril de 2005)
«¿Partido Comunista de las Tierras Vascas?
¿Y de dónde ha salido eso?». Cuando me enteré de la existencia de una
candidatura identificada con ese nombre, pensé que mi residencia itinerante me
está alejando cada vez más del conocimiento preciso de la vida política vasca.
Pero acabo de leer que la gente de Aukera Guztiak dice que lo único que sabe
acerca de ese partido es lo que la prensa ha publicado en estos últimos días.
Nunca habían visto a sus militantes en ningún sitio. O sea, que estamos en las
mismas. Gara
escribe hoy que el
llamado Euskal Herrialdeetako Alderdi Komunista (EHAK, PCTV en castellano) es un partido «casi
desconocido». No explica el porqué de ese «casi», y es pena. He indagado en la
Red y veo que sólo aparece mencionado a cuento de estas cosas de ahora mismo.
¿Un partido político que no tiene siquiera su web propia? Raro ¿no?
EHAK
ha anunciado que ofrece sus candidaturas al proyecto de Aukera Guztiak, pero se
me escapa cómo podría materializar la oferta. No puede retirar sus candidatos
para dejar paso a otros: la ley no permite revocar las listas en plena campaña.
Y sería absurdo que Aukera Guztiak llamara a sus frustrados electores a votar
las listas de un partido «casi desconocido» basándose en una simple promesa de
fidelidad posterior.
A no ser que...
A no ser que la
izquierda abertzale tenga plena certeza de que puede fiarse de las candidaturas
de EHAK por razones que todavía no ha explicitado.
Estaríamos, de
ser así, ante lo que algunos medios vascos han llamado «el plan C»: mientras
todos los focos estaban centrados en Aukera Guztiak, unas candidaturas ignotas,
amparadas por un partido de entidad casi nula, pasaban todos los controles sin
que las autoridades del Estado les prestaran la más mínima atención. Y sin que
nadie les exigiera, por supuesto, que hicieran ninguna condena expresa de ETA,
ni nada por el estilo.
La hipótesis
resulta rocambolesca pero, de confirmarse, sería de traca.
Otra cosa es
que la finta acabara saliendo bien. Primero, porque el Estado puede echar manos
de recursos de excepción –los tiene, y cuando no los tiene se los inventa– para
dejar fuera de juego esas candidaturas, alegando que han incurrido en un fraude
de ley (o lo que sea: le encargan de ello al Tribunal Supremo y él se las
arregla). Y segundo, porque puede haber sectores de la izquierda abertzale que
no vean nada claro que haya que votar a un partido misterioso (los actos de fe
se llevan cada vez menos).
En todo caso, se puede decir cualquier cosa menos que el patio no esté animado.
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Me concierne / No me
concierne
(Viernes
1 de abril de 2005)
Karol Wojtyla, alias Juan Pablo II,
agoniza.
–¿Y tú qué por qué tienes que hablar de él,
si eres ateo? –me dice por enésima vez mi buen amigo Gervasio Guzmán.
Primer punto: yo no me defino como ateo. No
sitúo la idea de Dios en el capítulo de los asuntos que me mueven a tomar
partido. No creo en la existencia de Dios, desde luego, pero hay muchísimas
otras entelequias en cuya existencia tampoco creo, y no por ello asumo ninguna
bandería específica. Por ejemplo: no creo en los fantasmas. Ni en las sirenas.
Tampoco creo que existan los marcianos. ¿Habré de definirme por ello como
afantasmal, asireneo y amarcianita? Espero que no.
El debate sobre la existencia o inexistencia
de Dios –de todos los dioses, en general, y de cada uno de ellos, en
particular– no me concierne.
Pero cabe examinar la trayectoria vital de
Karol Wojtyla, lo mismo que la realidad de la iglesia que ha encabezado durante
tantos años, al margen de su pretendida conexión con tal o cual divinidad, como
fenómenos estrictamente humanos.
Siendo así, asumo el viejo aforismo latino:
«Nihil humanum a me alienum puto».
Nada humano me es ajeno. Lo humano me concierne.
Es probable que Karol Wojtyla fallezca en
las próximas horas, si es que no se ha muerto ya. Y apuesto uno a diez –otra
apuesta que nadie me aceptará– a que los editoriales de cientos de periódicos
de todo el mundo harán el mismo balance ramplón. Hasta puedo predecir el
titular: «Luces y sombras de un papado». Las luces: su honda preocupación
social, su lucha por la paz, etcétera. Las sombras: sus posiciones retrógradas
en materia de costumbres, familia, sexo y demás.
Es un balance falso.
Un balance correcto requiere de magnitudes
del mismo tipo. La supuesta «honda preocupación social» y la tan mentada «lucha
por la paz» de Karol Wojtyla no ha traspasado jamás la frontera de las
proclamas y los discursos. En la práctica, ha tenido excelentes relaciones con
las más altas autoridades del neoliberalismo, el neocapitalismo y la
neoexplotación a escala internacional, lo mismo que con los señores de la guerra del mundo entero,
empezando por George W. Bush. De hecho, no ha movido un dedo para que las
inmensas riquezas que posee la Iglesia Católica –en terrenos, en edificios, en
obras de arte– hayan salido al mercado, así sea en proporción mínima, para
obtener con qué dar socorro a los parias de la Tierra. En cambio, las batallas
que Karol Wojtyla ha encabezado contra el control de la natalidad, contra el
uso de profilácticos en las relaciones sexuales, contra la igualdad de derechos
de las mujeres (dentro de su propia iglesia, para empezar), contra el derecho
al aborto, contra el divorcio, contra los avances de la genética con fines
terapéuticos... y un largo etcétera, han sido reales y muy reales, y han
repercutido gravemente sobre millones de personas a lo largo y lo ancho de todo
el mundo.
¿Luces y sombras? Con las luces de la
trayectoria vital de ese caballero no se podría iluminar ni el camino del infierno.
Suerte tiene de que no exista el reino de
las tinieblas.
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