Me ha conmovido la muerte de Manolo Vázquez Montalbán. Le tenía aprecio.
Apenas lo traté personalmente. Coincidí con él en diversos saraos de ésos en los que hay muchos famosos, pero mi pudor -o mi enfermizo sentido del ridículo- me impidió abordarlo con ese recurso tan tópico y socorrido: «¡Hola! Soy Fulano. ¿Te acuerdas de mí? Estuvimos juntos una vez en...».
En la única ocasión en que hablé con él -y doy por seguro que no se quedó con mi nombre para nada- fue en 1985. Habíamos ido dos amigos a hacer una serie de entrevistas en Barcelona y, aunque la de Montalbán correspondía al otro, le acompañé. Estuvimos en su casa de Vallvidriera. Tenía curiosidad por comprobar si tenía negros que le ayudaran a producir la ingente cantidad de artículos y colaboraciones que publicaba semana tras semana. Otros escritores aparentemente prolíficos los han tenido. Enseguida comprobé que, de tenerlos, no trabajaban allí: en su cubículo de escritor no había espacio más que para una persona. Y echando una ojeada a lo que había por encima de su mesa de estudio confirmé la primera impresión: lo escribía todo él, solo y por su cuenta. Los borradores daban cuenta de ello.
Recuerdo que dijo en aquella entrevista algo que me hizo gracia y que se me quedó grabado. Lo he citado alguna vez. Refiriéndose a nuestra generación -la inmediatamente siguiente a la suya-, comentó: «Vosotros, en los años sesenta, decíais que yo era un maldito socialdemócrata, reformista, revisionista y no sé cuantas cosas más. Y probablemente teníais razón. Lo era y lo sigo siendo. Pero el escenario político se ha desplazado de tal manera hacia la derecha que ahora, manteniéndome en las mismas posiciones, todo el mundo me toma por un peligroso izquierdista radical».
¡Y eso lo decía en 1985!
Últimamente habíamos establecido algunos contactos indirectos y estábamos a punto de tener, por fin, un mano a mano. Le dijo a un amigo común que le apetecía charlar conmigo. Supongo que la idea le vino a la cabeza a raíz de un texto que escribí -una especie de panfleto- que le gustó. Parece que de vez en cuando también leía alguna de mis columnas y no le disgustaban.
Cuando me preguntan qué me parece Vázquez Montalbán como escritor, muchos se extrañan de mi respuesta. Lo comparo con Baroja. Vázquez Montalbán era una especie de Baroja actual, sólo que bienhumorado y de izquierdas. Al igual que Baroja, prestaba poca atención a la escritura en sí misma. Buscaba la eficacia de lo escrito; no su belleza. Prestaba toda su atención a la gracia de las ideas, al interés de la historia, a la pasión del relato. No es que no fuera un esteticista; es que la estética misma se le quedaba con frecuencia olvidada por el camino.
Es fácil encontrar en sus novelas frases de sintaxis muy discutible, construidas como con prisa, desaliñadas. Lo que no resulta nada fácil es que te aburran.
Como columnista de prensa era fantástico. La distancia corta de una columna estaba hecha a la exacta medida de su socarronería y de su extraordinaria capacidad no ya para ridiculizar, sino para poner en evidencia la ridiculez de los mandamases.
Dejo para el final lo que para mí es, con diferencia, más importante: puso siempre el prestigio de su pluma al servicio de los más débiles.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (19 de octubre de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 25 de octubre de 2017.
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Escrito por: Milagros Solé.2009/10/19 01:05:50.918000 GMT+2